Juan Cruz Alli, viejo zorro de la política navarra, ya barruntó esta decisión meses atrás, con motivo de una entrevista para el aniversario del Noticias. Y el Diario de Navarra por su parte, no ha dejado de evidenciar entre líneas un divorcio y una distancia con la candidata, espoleada por las huestes de Miguel Sanz, un hombre que tiene que pagar como prenda a que el PSOE le dejara ser Presidente, el convertirse en un Pepito Grillo molesto, en un señor que hace unos meses exigió que Barcina dimitiera para no dejar mal a Roberto Jiménez, o en un señor que impulsa una especie de corriente interna crítica, tras ser incapaz que su Alberto Catalán, que siempre cae de pie y nunca pierde, ganase el liderazgo de los regionalistas.
Esta jugada, calentada en olla de barro en las últimas semanas, se supone que tiene el consenso entre Barcina y Sanz. Y el consenso suponemos que será, que ambas facciones elijan un candidato regenerador, sin un específico perfil conocido, para no dividir primero al partido y después a la derecha navarra. También suponemos que Barcina tendrá una salida digna, pero a cambio de romper todos los puentes con el PP, ya que Sanz sigue soñando con una entente con el PSN.
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